sábado, 15 de marzo de 2008

Humo de Tabaco

Los apagué 3 veces en la ventana de mi pieza...
Mirándolos partir me sentía cada vez mejor, más protegida, libre.
Inhalé de ese aire que te llena de angustia, no fui feliz, yo simplemente
estaba acostumbrada a eso, no sabía que más allá existía el comienzo feliz.
Mientras fumaba escribía cartas que amaba y luego recibía las típicas felicitaciones.
Se premiaban con un beso, era todo tan monótono y banal que insistía en darle otra
vuelta para cambiarlo, pero era inútil, no se podía.
Así me fui librando del humo, de la costumbre y de la falsedad...
Fui fuerte y los apagué 3 veces en la ventana de mi pieza, uno por uno...
Con miedo, con alivio y con indiferencia. Uno tras otro los vi llegar, quemándose por dentro,
quemándose de ganas por robarme una bocanada de aire, de mi aire, mi aire.
Era a veces injusto, pero yo me dejé caer muchas veces, también fue mi culpa.

No puedo hacer esa comparación ahora porque no era como el humo del tabaco...
No me ahogaba ni agobiaba, no habían presiones, no quería llevarse nada de mi.
Él tomó mi esencia, la entendió, y como si supiera todo lo que había llorado me trató como
una princesa, con cuidado, respeto y dulzura, llenó cada espacio vacío de mi con besos,
abrazos, canciones y miradas colmadas de paciencia y comprensión.
En vez de darse la vuelta y dormir, me habló tiernamente, me acarició, no dejó que me fuera...
Algo completamente nuevo para mi, me sentía plena y completa.
Le agradecí su gesto amándolo, volví a caer, pero esta vez ya no era el objeto...
Esta vez era la pequeña, la dulce, la saltamontes feliz en su pradera.
Esta vez tenía más sentido que sólo eso.